Muchas personas se preguntan actualmente sobre Dios. La mayoría conoce muy poco de Dios y lo que han oído les hace tener una imagen distorsionada de Él. Muchos se crean un "dios" a su propia imagen, el cual sólo existe en su imaginación. La consecuencia de fabricarnos un dios a nuestra semejanza es conducimos a una eternidad en el infierno. Podemos equivocarnos en algunas cosas, pero si nos equivocamos acerca de la salvación cometemos el más grande error que podríamos cometer. Es fatal para nuestras almas eternas.
Este folleto ha sido diseñado para ayudar a los que están
interesados en una mayor comprensión de lo que Dios es, así
como para hacerles saber las demandas que Dios hace a los que quieren ser
sus seguidores. Entrar en el cielo no es fácil, Jesús
dijo: "Esforzaos a entrar por la puerta angosta, porque os digo que muchos
procurarán entrar y no podrán" (Lucas 13:24). Es vitalmente
importante que cada lector tome muy en serio las palabras de Jesús.
Nuestro mensaje podría resumirse del siguiente modo:
1. Dios es nuestro Creador, por tanto somos responsables ante Él, lo mismo para seguirle que para obedecerle.
2. Dios es santo, por tanto aborrece todo pecado. Dios es recto y justo, así que debe castigar el pecado.
3. Todos los hombres nacen con un corazón corrupto, que ama el pecado y aborrece a Dios. La corrupción del corazón del hombre hace que cada cualquiera seguir su propio camino, hacer su propia voluntad y quebrantar las leyes divinas.
4. La persona de Jesucristo es la única respuesta de Dios al problema del pecado.
5. Ser un seguidor de Jesucristo es costoso. Jesús demanda ser la máxima prioridad en nuestras vidas, o de otro modo no podemos ser sus seguidores.
6. Dios exige que la persona que venga a Él debe primero arrepentirse o apartarse de todos sus pecados y rendirse a Jesucristo como Señor.
Es nuestra esperanza que, habiendo leído hasta aquí, te intereses lo suficiente como para continuar y examinar este mensaje con más detalle. ¿Qué valor das a tu alma? Jesús dijo: "Qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo (Lucas 9:25).
DIOS ES NUESTRO CREADOR TODOPODEROSO Y SOBERANO
Dios se nos revela en la Biblia como el Todopoderoso, el Soberano Creador del universo y de todo lo que hay en él, incluyendo el hombre. "Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles ... todo fue creado por medio de él y para él" (Colosenses 1:16).
Dado que Dios es nuestro Creador somos responsables delante de Él, tanto en seguirle como para obedecerle. No tenemos derechos por nosotros mismos. "Reconoced que el Señor es Dios, él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos, pueblo suyo somos y ovejas de su prado" (Salmos 100:3).
Como Creador nuestro, Dios es quien establece lo que es bueno y lo que
es malo. Hemos sido amorosamente creados a imagen de Dios.
No somos como los animales; ni somos máquinas ni robots. Porque
es nuestro Creador, Dios tiene derecho absoluto sobre nuestras vidas, nosotros
somos responsables ante Él y totalmente dependientes.
DIOS ES SANTO, RECTO Y JUSTO
Dios es un Dios santo. Absolutamente puro y de excelencia moral perfecta. Dios es adorado por seres celestiales debido a su santidad. Los serafines (seres creados, similares a los ángeles) rodean el trono de Dios y claman: "Santo, santo, santo, Señor de los ejércitos" (Isaías 6:3). Ninguna otra característica divina es repetida tres veces en toda la Biblia como ésta. La santidad de Dios se refleja en la pureza de su ley moral. "La ley, a la verdad, es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno" (Romanos 7:12). Porque Dios es santo, aborrece el pecado y todo lo que es contrario a sus leyes.
Dios también es recto y justo. Esto significa que siempre
hace lo que es bueno y actúa con completa justicia en todo lo que
realiza. La justicia divina requiere que el castigo sea aplicado
a toda rebelión contra la autoridad de Dios y toda violación
de su ley moral. Cuando alguien comete un crimen humano se espera
que sea castigado por ello. Mucho más deberíamos esperar
de un Dios santo que castigue a quienes se rebelan contra Él y violan
las leyes del cielo.
PORQUE DIOS ES SANTO, RECTO Y JUSTO, ES UN DIOS DE GRAN IRA
La ira es una de las características de Dios que mucha gente preferiría ignorar o tratar de eludir. En realidad, en la Biblia hay más referencias a la ira de Dios que a su amor. "La ira de Dios es su santidad puesta en acción contra el pecado"¹. Pecado es todo acto o forma de rebelión contra la santidad o autoridad de las leyes de Dios. "Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres" (Romanos 1:18).
El infierno es real. El infierno es un lugar de fuego y castigo
eterno. Decirte algo diferente, encubrir o ignorar la realidad del
infierno, sería mentira. Toda persona que en esta vida continúa
rechazando la autoridad de Dios sobre su vida y violando sus leyes pasará
la eternidad en el infierno. Ya que el pecado acarrea tal castigo
es muy importante que aprendamos más sobre Él.
Pocos negarán la realidad del pecado, pero la mayoría no considera el pecado como su problema personal. ¿De dónde viene el pecado? ¿Cómo llegó el mundo a la condición en la cual se encuentra hoy? La respuesta a estas preguntas sólo puede hallarse en la Biblia. Hemos visto que Dios creó al hombre a su propia imagen y semejanza. El primer hombre, Adán, fue creado por Dios santo y recto. Adán fue mucho más que el primer hombre. Se agradó Dios al hacer a Adán la cabeza representativa federal o la cabeza legal de la familia humana entera que había de nacer después de él. Adán fue la cabeza federal de la raza y todo la humanidad permanecería o caería con él. A él, por tanto, se le puso a prueba para determinar si obedecería o no a su Creador y se sujetaría a su autoridad. "Y mandó el Señor Dios al hombre, diciendo de todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás" (Génesis 2:16-17). Adán, libre y voluntariamente escogió desobedecer a Dios y la raza humana entera se volvió legalmente culpable en él. "Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron" (Romanos 5:12). La muerte (la paga del pecado) vino a todos los hombres porque todos pecaron legalmente en Adán, la cabeza federal de la raza. El pecado de Adán fue imputado y cargado a todos sus descendientes.
El pecado de Adán trajo consecuencias muy severas. La misma naturaleza del hombre se corrompió totalmente como resultado de su pecado. Cada niño que viene a este mundo nace con un corazón corrupto. "Se apartaron impíos desde la matriz; se descarriaron hablando mentira desde que nacieron" (Salmo 58:3). A un niño no es necesario enseñarle a pecar o a hacer mal. Una de las primeras palabras que sale de la boca del niño es "¡NO!", dichas en desafío a la autoridad. El mayor problema que tiene el hombre es su corazón corrupto. "Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso" (Jeremías 17:9). La corrupción del corazón lleva al hombre a escoger su propio camino y ser hostil con Dios, su autoridad y sus leyes. El hombre natural se ama a sí mismo y aborrece a Dios, de modo que "los que viven según la carne no pueden agradar a Dios" (Romanos 8:8). La corrupción del corazón humano se demuestra por:
1) Pensamientos y actos egoístas. El egoísmo que nos invade a todos demuestra que nuestros corazones son corruptos. El egoísmo obra en mi vida de acuerdo al principio de que haré lo que sea "lo mejor para mí". Si me enfrento a dos opciones, escogeré la que más me conviene y me beneficia personalmente. La Biblia dice: "Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino" (Isaías 53:6). Esta es la esencia del pecado: buscar nuestro propio camino o hacer nuestras propias obras al mismo tiempo ignorando a Dios. Pero la Biblia enseña claramente que esto es pecado, ya que es andar a mi capricho; que me he proclamado rey de mi vida en lugar de Dios; que he negado a Dios su merecido lugar como Señor y Maestro de mi vida y que me he exaltado a mí mismo como mi “dios” particular. Esto es un mal terrible. Semejante tendencia presente en todos los hombres demuestra la corrupción total del corazón humano.
2) Desobediencia a las leyes de Dios. Habiéndonos vuelto legalmente culpables en Adán agravamos esa culpa escogiendo quebrantar las leyes de Dios a sabiendas y voluntariamente. Cuando transgredimos las leyes divinas somos culpables de luchar contra Dios. Uno de los lugares más excelentes para mirar y entender cabalmente las leyes de Dios es Éxodo 20:1-17: Los Diez Mandamientos. Consideraremos con atención algunos de ellos.
"No tendrás dioses ajenos delante de mí" (Éxodo 20:3). ¿Qué es lo que la gente adora en lugar de Dios? Muchos adoran al dinero, las posesiones materiales, la popularidad, trajes, fama, poder, placeres o, incluso, a ellos mismos. La gente dedica su corazón a otras cosas y son estas cosas las que se vuelven objeto de adoración para ellos.
"No hurtarás. No hablarás contra tu prójimo falso testimonio. No matarás. No cometerás adulterio" (Éxodo 20:15-16; 13-14). Robar, mentir, asesinar, adulterar, está prohibido por Dios. Dios considera pecado todo robo. Dios considera pecado toda mentira, incluso las mentiras que consideramos "piadosas".
La ley de Dios no solamente regula nuestras acciones externas sino nuestros pensamientos internos también. Jesús explicó en el Sermón del Monte que Dios mira el enojo del corazón como equivalente al homicidio; los pensamientos codiciosos como adulterio ¿Cuál es tu reacción a las demandas de Dios? Cuando comparas tu vida a la luz de la ley de Dios, ¿cómo te sientes? En tu opinión, ¿qué debería hacer Dios con los que quebrantan su ley?
Santiago dice: "cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere
en un punto se hace culpable de todos" (Santiago 2:10). Solamente
una violación de la ley de Dios, sea de pensamiento u obra, hace
a una persona transgresora de toda ella. Somos culpables en el pecado
original de Adán. Somos culpables de exaltarnos egoístamente
y honrarnos a nosotros mismos por encima de Dios. Añadimos
a nuestra culpa quebrantando las leyes de Dios día tras día
en nuestras vidas. Nuestros corazones están totalmente corrompidos
por el pecado. Nuestro pecado, desde luego, es muy grande.
En la persona de Jesucristo, Dios, literalmente, se hizo hombre y vivió una vida perfecta de justicia en obediencia a sus propias leyes divinas en favor de sus hijos. Habiendo cumplido perfectamente la ley, Cristo murió voluntariamente por los pecadores. La justicia de Dios debía ser satisfecha. El pecado contra Dios acarrea la muerte como castigo. "Porque la paga del pecado es muerte" (Romanos 6:23). Cuando Jesús murió, Él soportó la ira y el castigo de Dios por nuestros pecados. Cristo murió como sacrificio por nuestros pecados, cumpliendo los requisitos de la justicia divina y tomando sobre sí mismo el castigo debido por nuestros pecados. Después de morir por los pecadores, tres días más tarde, resucitó de entre los muertos. Luego que se apareció a sus discípulos varias veces durante un lapso de cuarenta días, ascendió al cielo, donde ahora reina como Señor de toda la creación.
JESUCRISTO: MEDIADOR ENTRE DIOS Y LOS HOMBRES
"Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre" (2Timoteo 2:5). Jesucristo es el único mediador entre Dios y el hombre. Si éste puede albergar alguna esperanza respecto al perdón de sus pecados, se halla solamente en la persona de Jesucristo. Como mediador, Cristo tiene tres oficios: Profeta, Sacerdote y Rey.
Como Profeta, Cristo nos enseña a ver el interior de nuestro corazón. El que es enseñado por Cristo conoce la terrible corrupción y mal que reside en su corazón; la falta despreciable de valor de lo que este mundo ofrece comparado a las riquezas del cielo; y nuestra necesidad de ser enseñados por Él para seguirle en obediencia a todos sus mandamientos.
Como Sacerdote, Jesús cumplió toda justicia mediante la obediencia perfecta a la ley de Dios. Al igual que los sacerdotes del Antiguo Testamento ofrecían sacrificios a Dios de parte de los hombres, Jesucristo se hizo sacrificio perfecto y final, muriendo como un hombre por los hombres. Al morir así cargó con el castigo y la pena por los pecados del ser humano, de manera que Dios pudiera salvar justamente de sus pecados a todo aquel que acudiera a Jesucristo buscando perdón y reconciliación con Dios. "Ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado" (Hebreos 9:26).
Como Rey, nuestra voluntad debe estar rendida a Cristo, de modo que
podamos someternos a su gobierno y dirección sobre nosotros, siendo
voluntariamente obedientes a sus mandamientos. Muchos desean los
beneficios de la muerte y del perdón de Dios, pero no desean someterse
a su gobierno sobre ellos. Quieren a Cristo y a sus pecados al mismo
tiempo. Pero todos aquellos que no desean a Cristo como el Señor
de sus vidas no pueden tenerle como Salvador tampoco. Los que rechazan
a Cristo como rey, un día se presentarán delante de Cristo
siendo su juez. Cristo debe ser recibido por todos aquellos que van
a Él libre, amante y voluntariamente en todos sus oficios, como
profeta, sacerdote y rey.
A menudo Jesús advirtió a las masas que le escucharan del alto precio de hacerse su seguidor. En más de una ocasión, Jesús rechazó algunos seguidores en potencia porque Él sabía que no deseaban alcanzar el nivel de entrega que Él demandaba (Juan 6:60-66; Lucas 9:57-62). Es muy importante para todo aquel que está considerando seguir a Cristo que primero se siente y calcule el costo de lo que esto supone. Jesús, al avisar del costo de seguirle, dijo: "Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene ¡o que necesita para acabarla?" (Lucas 14:28). J. I. Packer ha escrito: "Para ser honestos no debemos esconder el hecho de que el perdón gratuito, en cierto sentido, costará todo"².
Echemos una mirada a lo que Jesús demanda de los que están pensando en seguirle. "El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí" (Mateo 10:37). Jesús dice aquí que nuestro amor por Él debe ser más grande que nuestro amor por cualquier otra persona, incluso el que es para nuestra familia. Ninguna relación humana debería, de ningún modo, obstaculizar nuestra obediencia a Jesús, aunque esto significara romper con esa relación.
"El que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí" (Mateo 10:38). En los días de Jesús, la cruz era instrumento de tortura y muerte. Aquel que ama más su vida que a Jesús no es digno de ser uno de sus seguidores. Jesús está diciendo que la devoción a Él debe ser más grande que el amor al "yo", hasta el punto de dar nuestras vidas por Él.
"Así pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo" (Lucas 14:33). Jesús debe tener la prioridad sobre todo y cada cosa de mi propiedad. Si amamos las cosas o las posesiones más que a Dios, no podemos ser sus seguidores. Jesús demanda ser la prioridad máxima de nuestra vida o no podemos ser sus seguidores. Cristo debe ser una prioridad más alta que la familia, que el "yo", y que las posesiones.
CALCULA Y COMPARA
Además, también deberías considerar otro factor muy importante. El beneficio de acudir a Cristo supera con creces el sacrificio de renunciar a todo para seguirle. J.C. Ryle en su libro Nueva Vida, enumera varias cosas que siempre deberían considerarse al calcular el costo del verdadero cristianismo. Se resumen así:
1) Cuenta y compara los beneficios y las pérdidas. Muy posiblemente perderás algo de este mundo, pero ganarás la salvación de tu alma inmortal.
2) Cuenta y compara las alabanzas y los reproches. Muy posiblemente tendrás que sufrir los reproches y censuras de personas equivocadas, ciegas y falibles; pero la alabanza vendrá de Dios.
3) Cuenta y compara los placeres del pecado y la felicidad del servicio a Dios. Los placeres que el mundo ofrece son vacíos, temporales y no satisfacen. La felicidad y el gozo que Cristo otorga a sus seguidores es duradero aún después de la muerte y no depende de la salud ni de las circunstancias.
4) Cuenta y compara las tribulaciones que el
cristianismo verdadero implica y las tribulaciones que sobrevendrán
a los incrédulos después de la muerte. Llevar una vida
de auto-negación para la gloria de Dios no es fácil, pero
no es nada comparado con la ira de Dios en el infierno por toda la eternidad.
Un solo día en el infierno será mucho más intolerable
que cualquier otra cosa que podamos imaginarnos aquí en la tierra³.
Al dirigirse Pablo a la multitud del Areópago ateniense, el Apóstol dijo acerca de Dios que "ahora manda a todos los hombres en todo lugar que se arrepientan" (Hechos 17:30). Jesús también habló de la necesidad del arrepentimiento diciendo: "Si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente" (Lucas 13:3). Puesto que Jesús declaró que sin arrepentimiento no hay salvación, es esencial que entendamos su significado.
¿QUÉ ES ARREPENTIRSE?
Arrepentirse es el reconocimiento personal de la maldad y corrupción interior del corazón de uno. Esta corrupción ha resultado en la rebelión deliberada de todo hombre contra la autoridad de Dios sobre nuestra vida, y en la transgresión voluntaria de sus leyes. La persona verdaderamente arrepentida ve su pecado, e incluso su vida, como rebelde y malvada delante de un Dios, santo y desea abandonar por completo su camino de pecado y volver a Dios de todo corazón, con el propósito de vivir en obediencia a Él. "Deje el impío su camino y el hombre inicuo sus pensamientos y vuélvase al Señor" (Isaías 55:7).
El arrepentimiento exige el rechazo de todo pecado conocido y el abandono de una vida de auto-gratificación, con el decidido propósito de llevar una vida de obediencia a Dios desde ese día en adelante. Pablo escribió a los tesalonicenses: "Os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero" (1Tesalonicenses 1:9).
Arrepentirse no es simple temor del juicio. Arrepentirse no es limpiar tu vida mediante el abandono de unos pocos de tus pecados. El pecador arrepentido odia todo pecado (especialmente el suyo propio), incluyendo los pecados que amó anteriormente, de modo que les da la espalda y se encamina completamente a Dios, para amarle y servirle siempre. El arrepentimiento demanda un cambio radical en la conducta.
¿QUÉ ES FE GENUINA?
La fe acerca de la cual el Nuevo Testamento habla y reclama, es la fe en una persona. La persona del Señor Jesucristo. Sin embargo, la fe es mucho más que la creencia en algunos hechos de Jesús y su muerte por los pecadores. Únicamente la persona que ve su necesidad desesperada vendrá a Cristo con la fe genuina. Una persona convencida de sus pecados está de acuerdo con Dios en que sería justo que Dios le enviara al infierno por toda la eternidad, y que está en bancarrota espiritual, sin esperanza. Una persona que manifiesta fe salvadora, ve a Jesucristo como su única esperanza. Ve la vida justa de Cristo como su única esperanza de cumplir la ley de Dios. Ve la muerte de Cristo por los pecadores como su única esperanza de recibir el perdón de sus pecados. Ve la sumisión al señorío de Cristo sobre él como su única esperanza de ser librado de sus pasiones, del deseo de gobernar su propia vida, de la atracción del mundo y de la esclavitud del pecado.
La fe genuina conlleva la entrega total de la vida a Jesús como Señor y el sometimiento a su autoridad sobre todos los aspectos de la existencia. La palabra "Señor" significa soberano o gobernante. El Soberano es alguien que tiene autoridad sobre nosotros. Cuando nos entregamos a Jesús como Señor, estamos negando nuestro derecho a continuar gobernando nuestras vidas y sujetarnos voluntariamente a la autoridad de Jesucristo. "Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor y creyeras en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo" (Romanos 10:9).
La fe genuina envuelve una disposición a la obediencia. "Mis ovejas oyen mi voz y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna" (Juan 10:27-28). Seguir a Jesús es el resultado natural de creer en Él. Refiriéndose a Jesús, el escritor de la carta a los hebreos dice: "Vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen" (Hebreos 5:9). La obediencia no puede separarse de la fe. Con ello no queremos sugerir que el discípulo viva una vida de perfección, sin pecado. Todo el que cree en Cristo comete pecados, pero el deseo del corazón del verdadero creyente y la dirección de su vida es la obediencia a Dios. Un verdadero cristiano aborrece el pecado y desea agradar a Dios mediante una vida de obediencia.
Habiendo considerado lo que se ha dicho hasta aquí, es muy importante para usted meditar en su corazón las siguientes preguntas:
¿Deseo apartarme de mis pecados y, en lugar de ellos, buscar voluntariamente un vida de justicia?
¿Deseo abandonar mi derecho a gobernar mi propia vida y someterme a la autoridad de Jesucristo?
¿Deseo ser obediente a Jesucristo en todas las áreas de mi vida y volverme su seguidor para siempre?
Mientras consideras estas cuestiones escudriña tu corazón utilizando las instrucciones escritas aquí:
1) No seas engañado por una paz falsa. Si sabes en tu corazón que Cristo no es la mayor prioridad de tu vida, o sea, que no es el Señor de tu vida, entonces proponte en tu corazón buscar a Dios hasta encontrarle.
2) Medita en tus pecados. Pide a Dios que te muestre cómo los ve. Hasta que una persona no esté totalmente enferma por el pecado, hasta el punto de odiarlo, no puede venir a Cristo. Piensa en la cantidad de tus pecados. Piensa en los pecados del pasado cometidos durante años de rebelión contra Dios. Medita en los pecados de pensamiento, palabra y obra. Piensa en el castigo que por tus pecados te mereces. No olvides que si mueres en la culpa de tus pecados, la ira infinita de un Dios santo te castigará por ellos durante toda la eternidad. Pide a Dios que dé a tu corazón convicción de pecado y que te ayude a aborrecerlo, incluso el pecado que más amas.
3) Date cuenta que no hay nada que puedas hacer para salvarte a ti mismo. Sin la obra de Dios en tu corazón no puedes ser salvo. En tanto descanses en tu propio poder y capacidad para ayudarte a ti mismo a salir de tu condición o si solamente "haces una decisión" para seguir a Jesús, no lo lograrás. Tu única esperanza está en Dios, el cual tendrá misericordia de ti. Jesús dijo: "Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios" (Lucas 18:27). Por tanto pide la ayuda del Espíritu Santo y ruega en oración que Él te capacite para arrepentirte y alejarte de todos tus pecados. Pide a Dios que te ayude a que tu corazón rinda voluntariamente todo lo que tiene a Cristo Jesús y haga de Él, el Señor supremo de toda tu vida. Pídele que cambie tu corazón y que tenga misericordia de ti.
Además, no descuides los medios que Dios ha provisto para instruirte. En toda oportunidad acude a oír la predicación de la Palabra de Dios. Lee la Biblia y medita en lo que ella dice. Busca la comunión de los verdaderos discípulos en una iglesia bautista, independiente, bíblica, evangelística y Cristo-céntrica. Mientras buscas a Dios, los siguientes pasajes de las Escrituras pueden serte de mucha utilidad en tu meditación:
Romanos 3:10-18; Salmos 51:1-17; Lucas 18:9-14; Isaías 53:3-13 (cuya referencia es a Cristo) y Lucas 5:12-13.
Mantén tu petición y tu búsqueda de la misericordia de
Dios hasta estar seguro de que te haya respondido. No seas confundido
por los sentimientos. Busca la evidencia real de un cambio en tu
vida. Busca a Dios continuamente hasta que lo encuentres. Cuando
estés seguro de que te ha respondido, cuenta a alguien más
lo que es un seguidor real de Jesucristo y
comparte tu gozo con él.
---escrito por Guillermo Nichols, International Outreach
¹A.W. Pink, "Los Atributos de Dios", página
102, El Estandarte de la Verdad, Edinburgo 1964.
²J.I. Packer, "Evangelism & the Sovereignty of God",
página 73, Inter Varsity Press, Downers Grove, IL, 1961 (del mismo
autor en castellano: "Dios, Yo Quiero Ser Cristiano" y "Conocer
a Dios", CLIE).
³Resumido de J. C. Ryle, "Nueva Vida", páginas
24-26, El Estandarte de la Verdad, Edinburgo 1989.
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