Hoy día mucha gente no quiere acercarse a Dios aunque Dios le ofrezca el amor eterno, el perdón de pecado, la paz inexplicable, un hogar celestial, y una relación personal con Él. ¿Por qué? La Biblia nos registra que el hombre es pecador en todo su ser desde su nacimiento (Salmos 58:3). Además dicen las Escrituras que el hombre es siervo de pecado (Juan 8:34), está muerto en pecado (Efesios 2:1), se jacta de pecado (Isaías 3:9), se burla de pecado (Proverbios 14:9), no puede dejar de cometer pecado (2 Pedro 2:14), y se complace con los pecados que comete (Romanos 1:32). ¡El hombre es esclavo de pecado!
Por eso Cristo vino al mundo como dice Juan 3:16-20: "Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas."
El hombre que sigue en su pecado sin arrepentirse demuestra que ama
su pecado y odia a Jesucristo. Él no quiere que sean conocidos
y reprendidos sus pecados y acciones. Por lo tanto en lugar de acercarse
a Dios se aleja de Él. En todo eso la responsabilidad del
cristiano es interceder por los inconversos (Salmos 106:23) y llevarles
el mensaje salvador de Jesucristo (Marcos 16:15).
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