En primer lugar, debe usted llenar las exigencias que requiere la Biblia de aquellos cuyas oraciones han de ser contestadas, es decir, se debe haber arrepentido y creído en Jesucristo con fe viva y mostrar la realidad de esta fe por medio de una vida de obediencia diaria a Su voluntad (Juan 14:13-15; Juan 15:7; 1 Juan 3:22).
En segundo lugar, debe orar al Padre por medio del Hijo en el Espíritu (Efesios 2:18). Mucho de lo que se llama oración no es en verdad oración a Dios. No hay ningún pensamiento de Dios en la mente, ningún acercamiento a Dios en el corazón. Sólo basándonos en la sangre derramada de Jesucristo podemos realmente acercarnos a Dios y estar seguros de que nuestras oraciones han de ser oídas (Hebreos 10:19-20). Es sólo cuando oramos en el Espíritu Santo, esto es, bajo su guía, que oramos de tal forma que podemos tener la seguridad de ser oídos (Judas 1:20; Romanos 8:26-27).
En tercer lugar, debe orar de acuerdo con la voluntad de Dios (1 Juan 5:14-15). Podemos conocer la voluntad de Dios por medio del estudio de la Palabra, que nos ha sido dada para revelarnos la voluntad de Dios, y por medio de la guía del Espíritu. Siempre que pida por algo que está prometido en la Palabra de Dios, puede estar seguro que es la voluntad de Dios concederlo y que le será dado lo que pide.
En cuarto lugar, se debe orar persistentemente (Lucas 11:5-10; Lucas 18:1-8). Aquí hay muchos que fallan. No oran hasta el final. Oran una o dos veces y después consideran que no es la voluntad de Dios si no lo obtienen. Dios nos pide aquella fe perseverante que no considera que el "no" sea una respuesta. Muchas personas oran y oran hasta que están a punto de alcanzar una cosa, y entonces fracasan porque dejan de orar.
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