La circuncisión es el corte del prepucio, una costumbre que todavía prevalece entre muchos pueblos en diferentes partes del mundo: Asia, África, América y Australia.
Entre los hebreos el rito fue instituido por Dios como la señal del pacto entre él y Abraham (Génesis 17:9-11). Dios ordenó que se realizara en Abraham, en su descendencia y sus esclavos, y en los extranjeros que se unieran a la nación hebreos (Génesis 17:12). Cada hijo varón debía ser circuncidado al octavo día.
De acuerdo con los términos del pacto simbolizado por la circuncisión, el Señor se comprometió a ser el Dios de Abraham y sus descendientes, y ellos le pertenecían, adorándolo y obedeciéndolo solamente a Él. El rito efectuaba la admisión al compañerismo del pueblo del pacto y aseguraba al individuo, como un miembro de la nación, su parte en las promesas que Dios hizo a la nación como un todo. La circuncisión recordaba que el rito exterior, para tener algún significado, debía ir acompañado por una circuncisión del corazón (Levítico 26:41; Deuteronomio 30:6; Jeremías 9:25-26; Ezequiel 44:7).
En la historia de la iglesia primitiva, los creyentes judaizantes argumentaban
la necesidad de circuncidar a los gentiles que llegaban a la iglesia.
Pablo (Gálatas 5:2) y el concilio en la iglesia en Jerusalén
(Hechos 15) insistieron que las señales del antiguo pacto no podían
imponerse sobre los hijos del nuevo pacto. A través del Nuevo
Testamento, se les aplica a los judíos el nombre "circunciso" y
"incircunciso" a los gentiles.
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